Preso por error: Dylan Vergara contó “Les expliqué que era futbolista, pero a los policías no les importaba”; "Dormía en el piso, pasé frío y hambre"

"Tuve miedo de ser un perejil”
domingo, 6 de julio de 2025 · 10:14

El domingo 15 de junio, el cielo se oscureció sin aviso para Dylan Vergara. El talentoso enganche de Real Pilar atravesaba la recta final de su recuperación tras una lesión muscular y, aunque no había sido citado para el partido ante Comunicaciones, decidió acompañar a sus compañeros en la lucha por el título del Torneo Apertura de la Primera B. A las 14.30, un control rutinario del programa “Tribuna Segura”, impulsado por el Ministerio de Seguridad, le abrió la puerta a una pesadilla.

Dylan, como cualquier simpatizante, tuvo que pasar su DNI por el escáner del operativo. El sistema cruza los datos con la base del RENAPER, y lo que debía ser un trámite habitual, se transformó en el principio de una historia absurda. Frente a un agente que no quiso escuchar razones, Dylan sintió que estaba atrapado en una ruleta rusa judicial: podía ser arrestado sin pruebas, simplemente por un error en el reconocimiento facial. Y eso ocurrió, en plena calle Tinogasta, bajo el sol del mediodía porteño, en el barrio de Agronomía.

“Les expliqué que era futbolista, pero a los policías no les importaba”, relató. Iba acompañado por su novia y sus suegros, testigos de una situación que parecía surrealista. “Pensé que era una confusión que se resolvía ahí mismo. Me mantuve fuerte para no preocupar a mi familia”, recuerda. Pero no fue así. Tras consultar con la fiscalía que había emitido la orden de captura, el personal policial recibió la instrucción de detenerlo.

Mientras adentro del estadio Real Pilar lograba una victoria vital por 1 a 0 que lo acercaba a la cima del torneo, para Dylan el resultado pasó a segundo plano. Su lesión había quedado atrás y estaba listo para volver al ruedo, pero su verdadera batalla era demostrar que no era culpable de ningún crimen.

“Me preguntaban si había hecho algo, si tenía antecedentes. Les pedí que miraran bien. Nunca tuve problemas con la justicia. Les conté que era jugador, que venía a acompañar al plantel. Era un día de trabajo para mí”, subraya. La orden de detención databa del 28 de enero y respondía a una causa por “homicidio simple en grado de tentativa con arma de fuego”, emitida por el Juzgado de Garantías N.º 3 de Lomas de Zamora.

“La víctima aportó una imagen del atacante y el sistema la cruzó con mis datos, pero se notaba que era otra persona. Incluso declaró que el sospechoso tenía un tatuaje en la mejilla, algo que yo no tengo”, explica. Nada de eso importó. Fue esposado y trasladado a la Comisaría 15 de Chacarita.

“La oficial que iba conmigo no paraba de insinuar que yo era culpable. Me preguntaba una y otra vez si había hecho algo. Le pregunté: ‘¿Usted desconfía por su trabajo o porque es así?’. Ni siquiera sabía por qué me llevaban”, relata.

Una vez detenido, Dylan descubrió que la situación era mucho más grave de lo que había imaginado. “Pensé que iba a salir en minutos, pero me quitaron los cordones y me encerraron con 12 tipos. Había reglas internas, sectores divididos, y yo solo quería salir de ahí”, describe.

Lo que vivió fueron días interminables. “Dormía en el suelo, no tenía comida ni agua. Me sentía deshidratado. No podía ir al baño. Me robaron ropa y zapatillas. Me insultaban. Yo no entendía cómo había terminado ahí”, cuenta.

Pasó tres noches sin dormir, con la única compañía de la incertidumbre. Dos veces al día podía hablar con su abogado, quien le iba informando los pasos legales. La imputación provenía de un hecho ocurrido el 21 de diciembre del año anterior, cuando Dylan se encontraba de vacaciones en Entre Ríos con su pareja, entre el 18 y el 22 de ese mes. Aun así, debía declarar.

El 18 de junio fue llevado a la comisaría de Lavallol para prestar indagatoria al día siguiente. “El lugar era aún peor. Camas de piedra, humedad, oscuridad, un frío tremendo”, describe. “Ya habíamos presentado pruebas, y cuando declaré pensé que se resolvía, pero todavía faltaba la rueda de reconocimiento”, agrega.

Cuando finalmente la víctima fue convocada, no lo identificó, y recién entonces fue liberado. “Si me señalaban, aunque fuera por error, podía quedarme mucho más tiempo. Sentí que querían que alguien pagara y me habían elegido a mí. Tuve miedo de ser un perejil”, resume.

El jueves volvió a su casa en Temperley. Al día siguiente, sin tiempo para procesar lo vivido, se reincorporó al entrenamiento. Había perdido tres kilos, pero no sus ganas. El recuerdo de la fecha 14, cuando marcó dos golazos ante Villa San Carlos, lo impulsó a seguir. Y el DT, Gabriel Torres, no dudó en mandarlo a la cancha frente a Liniers.

“Estaba enojado, con bronca. Jugué con el corazón. Quería demostrarme a mí y a mi familia que estaba entero”, sostiene. Dylan inició terapia para trabajar lo vivido: “Los primeros días no salía de casa. No dormía bien. Tenía pesadillas, sudores nocturnos. Me siguen apareciendo flashes de todo lo que pasé”.

Cinco días de encierro por un error del sistema. Un jugador que solo quería acompañar a su equipo terminó enfrentando uno de los partidos más duros de su vida. Y lo ganó.

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